Immanuel Wallerstein
La Jornada
Cuando son buenos los tiempos, y la economía-mundo se expande en
términos de nueva plusvalía producida, la lucha de clases se acalla.
Nunca desaparece, pero en tanto exista un bajo nivel de desempleo y los
ingresos reales de los estratos más bajos suban, aunque sólo sea en
pequeñas cantidades, los arreglos sociales son la orden del día.
Pero
cuando se estanca la economía-mundo y el desempleo real se expande
considerablemente, esto significa que el pastel total se encoge. La
cuestión entonces resulta ser quién cargará el peso del encogimiento
–dentro de cada país y entre países. La lucha de clases se torna aguda y
tarde o temprano conduce a un conflicto abierto en las calles. Esto es
lo que ha estado ocurriendo en el sistema-mundo desde la década de 1970 y
del modo más dramático desde 2007. Hasta ahora, el estrato más alto (el
uno por ciento) se ha aferrado a su tajada, de hecho la ha
incrementado. Esto necesariamente significa que la tajada del 99 por
ciento se ha encogido.
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