Rebelión
Ignoro si en chino
cantonés existe una máxima similar a nuestro convencimiento de que
nunca es tarde si la dicha es buena. En cualquier caso, ese debió de
ser el pensamiento que rondó por la cabeza del anciano calígrafo
Quian Jian
el día que comunicó a su familia su decisión de transformarse a
sus 84 años en la bella Yiling.
Su historia ha transcendido estos días a los periódicos con esos
tintes morbosos que suelen caracterizar a los relatos sexuales en las
secciones de sociedad. Y, sin embargo, su decisión se ha convertido,
sin duda, en una de las pocas noticias esperanzadoras que hallamos en
unos medios convertidos a golpe de crisis e informes de Standard and
Poor’s en una especia de obituario social cotidiano.
Posiblemente, Yiling
nunca leyó los trabajos de Judith
Butler, ni está al tanto de la
producción teórica de Beatriz
Preciado. De hecho, es más que
probable que nunca haya oído hablar de la teoría queer. Sin
embargo, el ancestral arte de la caligrafía le enseñó a descubrir
que la belleza de los pictogramas no tenía otro origen que no fuera
el trazo firme y preciso que iba componiendo su mano. Una belleza
construida a fuerza de voluntad, trabajando el movimiento de los
dedos para que ningún temblor involuntario desviara el pincel,
calibrando la tinta precisa que asegurara la ausencia de borrones
indeseados. Y esa misma meticulosidad caligráfica dedicó Qujian
Jian a la realización de su más delicado trabajo: la construcción
de Yiling......
No hay comentarios:
Publicar un comentario