jueves, 28 de junio de 2012

La urgente caligrafía de lo imposible

José Manuel Rambla
Rebelión


Ignoro si en chino cantonés existe una máxima similar a nuestro convencimiento de que nunca es tarde si la dicha es buena. En cualquier caso, ese debió de ser el pensamiento que rondó por la cabeza del anciano calígrafo Quian Jian el día que comunicó a su familia su decisión de transformarse a sus 84 años en la bella Yiling. Su historia ha transcendido estos días a los periódicos con esos tintes morbosos que suelen caracterizar a los relatos sexuales en las secciones de sociedad. Y, sin embargo, su decisión se ha convertido, sin duda, en una de las pocas noticias esperanzadoras que hallamos en unos medios convertidos a golpe de crisis e informes de Standard and Poor’s en una especia de obituario social cotidiano.
 
Posiblemente, Yiling nunca leyó los trabajos de Judith Butler, ni está al tanto de la producción teórica de Beatriz Preciado. De hecho, es más que probable que nunca haya oído hablar de la teoría queer. Sin embargo, el ancestral arte de la caligrafía le enseñó a descubrir que la belleza de los pictogramas no tenía otro origen que no fuera el trazo firme y preciso que iba componiendo su mano. Una belleza construida a fuerza de voluntad, trabajando el movimiento de los dedos para que ningún temblor involuntario desviara el pincel, calibrando la tinta precisa que asegurara la ausencia de borrones indeseados. Y esa misma meticulosidad caligráfica dedicó Qujian Jian a la realización de su más delicado trabajo: la construcción de Yiling......
 

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