Belén Gopegui.
Diagonal
La necesidad de recuperar nuestras vidas ante el ataque a la vida de los
gestores liberales de la crisis centra este resumen del año que
termina.
El capitalismo nunca podrá poner el piloto automático. Nunca podrá
pisar el acelerador y luego levantar el pie y esperar que la velocidad
se mantenga. No podrá explotar un rato y luego vivir de las rentas de
esa explotación. No podrá acumular y sentarse a ver pasar el
cadáver de su enemigo porque el capitalismo necesita que su enemigo viva
y trabaje para él, y más aún, el capitalismo es también su
enemigo, sin él no podría existir. Por eso nuestros días, como los de
Madre Coraje, consisten de algún modo en alimentar la mano que nos quita
la vida.
Nuestros días, como los de Madre Coraje, consisten de algún modo en alimentar la mano que nos quita la vida No
sólo cuando trabajamos, también cuando estamos en paro o cuando
mediante los cuidados hacemos que siga girando la rueda de la
explotación. Podemos construir islas en red o, a la manera de
Italo Calvino, buscar en medio del infierno aquello que no es infierno,
podemos dar existencia a un ex país, un no-país en el que, como escribe Bernardo Gutiérrez,
“sus habitantes están parando desahucios, atendiendo inmigrantes,
autoinformándose en red, perdiendo el miedo, creando en su vida diaria
la república del 99%”. Lo hacemos, lo celebramos, al tiempo que leemos a
personas muy jóvenes que escriben: “Y sin embargo ellos siguen
pinchándonos con palos desde arriba y mermando nuestros derechos y la
calidad de nuestras vidas, provocando más movilizaciones, en la
práctica, inútiles, y así”. No son inútiles, no lo son, dejamos el pesimismo para tiempos mejores,
no son inútiles, queremos decir, sino que el capitalismo continúa
pisando el acelerador, y no permitirá que le abandonemos porque “las
clases dominantes no se suicidan” y nuestra partida sería su muerte.....
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