Manuel Castells
La Vanguardia.com
El movimiento del 15-M irá encontrando sus propias vías hasta hacerse torrente conforme la situación se haga crítica.
El movimiento de indignados surgido en el 2011 en España,
Europa y Estados Unidos es una bocanada de aire fresco en un mundo que
huele a podrido. Plantearon en redes sociales y en acampadas lo que
muchos piensan: que la crisis la crearon bancos y gobiernos y la sufre
la gente, que los políticos sólo se representan a sí mismos, que los
medios de comunicación están condicionados y que no hay vías para que la
protesta social se traduzca en verdaderos cambios porque en la política
está todo atado y bien atado para que sigan pagando los de siempre y
cobrando los de siempre. Por eso durante meses decenas de miles de
personas participaron en asambleas y manifestaciones y por eso la
mayoría de la ciudadanía (hasta el 73% en España) compartió sus
críticas. Y todo ello de forma pacífica, excepto la violencia resultante
de cargas policiales excesivas, que han llevado a sus responsables ante
el juez. El movimiento tuvo la madurez de levantar las acampadas cuando
sintió que las ocupaciones se cocían en su propia salsa y que a las
asambleas diarias sólo asistían los activistas.
Pero no desapareció el movimiento, sino que se difundió por el tejido
social, con asambleas de barrio, acciones de defensa contra
injusticias, como la oposición a desalojos de familias, y extensión de
prácticas económicas alternativas tales como cooperativas de consumo,
banca ética, redes de intercambio y otras tantas formas de vivir
diferente para vivir con sentido.
Aun así, el acoso mediático, policial y político que ha sufrido el
movimiento, que en algún momento llegó a asustar a las élites dirigentes
por su posibilidad de contagio, ha conseguido crear la impresión de que
el movimiento ha quedado limitado a algunos jóvenes idealistas o unos
pocos exaltados. Basta con cerrarse en banda y dejar que se cansen. Los
partidos de izquierda pensaron pescar en río revuelto para realimentar
sus menguantes huestes, pero lo dejaron al ver que los nuevos rebeldes
ya tienen claro que por ahí no va el cambio por el que luchan. Pese a la
hostilidad de los poderes fácticos, el movimiento ha continuado, ha
mantenido su deliberación en asambleas, comisiones y por internet, y
sigue contando con respaldo popular cuando surgen iniciativas concretas
donde sale a la superficie el trabajo cotidiano de quienes no se
resignan a que todo siga igual.....
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