Rebelión
Como una tradición de Año Nuevo, economistas y autoridades
gubernamentales de nuestros países se enfrascan (y a veces se enfrentan)
en el debate sobre el crecimiento económico del año anterior y en las
proyecciones de crecimiento del nuevo año. Este debate surge en tanto
este dato es considerado en el pensamiento neoclásico como el indicador
clave para medir el desempeño y/o la gestión de cualquier sistema
económico. Dentro de esta lógica, se asume que si la tasa de crecimiento
es alta se puede concluir que ha sido un buen año para la economía y si
es baja, se asume lo contrario.
Resulta interesante y hasta
entretenido, escuchar los análisis que sobre estos resultados se
realizan dependiendo de si se está en la oposición o en el gobierno. Una
misma persona puede analizar el mismo dato de crecimiento de la
economía de manera distinta dependiendo de su posición en el sistema de
relaciones de poder en un momento determinado. Si está en la oposición
política y su credibilidad (e incluso su salario) depende de evidenciar
la incapacidad de la gestión del partido gobernante, una tasa de
crecimiento baja será utilizada como la prueba más fehaciente de la
incapacidad de un gobierno de administrar la economía y de garantizar el
bienestar de la población. Sí esa misma persona, luego está en el
gobierno, y su puesto depende de la confianza de sus votantes y/o
patrocinadores, una baja tasa de crecimiento pasará a ser justificada
como el resultado de “factores exógenos” sobre los cuales la política
económica gubernamental no tiene control (catástrofes naturales, cambio
climático, recesión mundial, etc.), los cuales de no existir,
permitirían un mejor dato de crecimiento y más bienestar para la
sociedad. En uno y en otro caso, este análisis no deja de estar basado
en una simple ilusión.
La ilusión de la tasa de crecimiento deviene tanto de lo que mide como de la forma en que lo mide.....
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