Público
El escritor alemán Nemeitz publicó en 1718 un libro sobre París con
“instrucciones fieles para los viajeros de condición”. Uno de sus
consejos es el siguiente: “No aconsejo a nadie que ande por la ciudad en
medio de la negra noche. Porque, aunque la ronda o la guardia de a
caballo patrulle por todo París para impedir los desórdenes, hay muchas
cosas que no ve… El Sena, que cruza la ciudad, debe arrastrar multitud
de cuerpos muertos, que arroja a la orilla en su curso inferior. Por
tanto, vale más no detenerse demasiado tiempo en ninguna parte y
retirarse a casa a buena hora”. Nuestros temores, nuestras pesadillas,
tienen siempre una carga histórica y contextual y han sido siempre un
arma política de primer orden.
El miedo y sus usos políticos puede servir para entender muchas de
las cosas que pasan en este mundo que habitamos, el miedo tiene poder
para cambiar el mundo, como también lo tiene la esperanza. El miedo es
un instrumento sumamente poderoso que el neoliberalismo (que es sin duda
mucho más que una teoría económica) lleva alentando y manejando desde
hace mucho tiempo, como uno de los marcos de interpretación clave para
entender la realidad y definirla (Lakoff).
El miedo actual es, sin embargo, un miedo líquido, difuso, en
expresión de Zygmunt Bauman, y nos trasmite que lo mejor es esconderse
sin un plan de respuesta claro porque no tenemos claras las amenazas.
Dejadnos llevar las riendas, nos avisan, porque contra temores poco
tangibles es difícil combatir.....
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