jueves, 9 de febrero de 2012

La ideología de la nada

Guillem Martínez.
Diagonal
 
LA GESTIÓN POLÍTICA DE LA CRISIS A TRAVÉS DE LA INANIDAD DE DERECHAS E IZQUIERDAS
 
Cuando la I República ya estaba fina, Pi i Margall –no se había visto un Presidente más estresado hasta que un Kennedy llegó a Dallas–, se topó de morros en los pasillos del Congreso con el diputado Nicolás Estévanez –lo tenía todo para triunfar en la vida; militar expulsado a boinazos del club de oficiales por negarse a fusilar a siete cubanos, anarquista, federalista, juerguista y más feo que Pichote; fue autor de unas memorias escritas en un castellano hoy incompresible por su belleza y sencillez; acabó sus días trabajando para la editorial de La Escuela Moderna, de Ferrer i Guàrdia; rayos, qué paréntesis más largo; bueno, al tajo–. El presidente miró unos instantes a Estévanez y, como hablando consigo mismo, le soltó: “Estévanez, ¿qué haría si le nombrara Ministro de la Guerra?”. El gran Estévanez, respondió sin vacilar: “¡Nada!”. Y, en efecto, al día siguiente fue nombrado ministro.
 
De esta bella parábola se deduce, hermanos, que la nada es importante en la política. Posiblemente, es uno de sus ingredientes fundamentales.
 
1.LA NADA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
 
El Gobierno de Pi iMargall estaba gestionando maravillas que hubieran reducido el consumo de sangre humana en el siglo XX. Cosas en las antípodas de lanada, como un Estado Federal –es decir, dotar, entre otros, a Cuba, Filipinas, Catalunya o Navarra y País Vasco, de Estado–, una banca popular inspirada en aquella de Proudhon que, snif, se fue al garete, la eliminación efectiva del esclavismo, una reforma agraria, una ley de cooperativas industriales y una ley que reconocía un pack king-size de derechos a la clase obrera aún inexistente en Europa.....

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