Guillem Martínez.
Diagonal
LA GESTIÓN POLÍTICA DE LA CRISIS A TRAVÉS DE LA INANIDAD DE DERECHAS E IZQUIERDAS
Cuando la I República ya
estaba fina, Pi i Margall
–no se había visto un
Presidente más estresado
hasta que un Kennedy llegó a
Dallas–, se topó de morros en los
pasillos del Congreso con el diputado
Nicolás Estévanez –lo tenía
todo para triunfar en la vida; militar
expulsado a boinazos del club
de oficiales por negarse a fusilar a
siete cubanos, anarquista, federalista,
juerguista y más feo que
Pichote; fue autor de unas memorias
escritas en un castellano hoy
incompresible por su belleza y
sencillez; acabó sus días trabajando
para la editorial de La Escuela
Moderna, de Ferrer i Guàrdia; rayos,
qué paréntesis más largo;
bueno, al tajo–. El presidente miró
unos instantes a Estévanez y, como
hablando consigo mismo, le
soltó: “Estévanez, ¿qué haría si le
nombrara Ministro de la Guerra?”.
El gran Estévanez, respondió sin
vacilar: “¡Nada!”. Y, en efecto, al
día siguiente fue nombrado ministro.
De esta bella parábola se
deduce, hermanos, que la nada
es importante en la política.
Posiblemente, es uno de sus ingredientes
fundamentales.
1.LA NADA A TRAVÉS DE
LOS TIEMPOS.
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