lunes, 20 de febrero de 2012

El fin de la sanidad pública tal y como la conocemos

Aser García Rada es pediatra y periodista.
El País

De guardia en el hospital público madrileño en que trabajo, por segunda vez en pocas semanas nos derivan un paciente de una clínica privada. Han sido un niño asegurado por Adeslas y una niña con cobertura de Sanitas. Ambas familias tienen también aseguramiento público, como casi todo el mundo con pólizas privadas en España, y todo el derecho a ser atendidas pero, ¿por qué la privada no cubre sus propias demandas?

Lo resume José Ramón Repullo, profesor de la Escuela Nacional de Sanidad, afirmando que en nuestro país los seguros privados individuales son ridículamente baratos pero tienen “mucha letra pequeña”. A la mínima, o el paciente tiene que pagar de su bolsillo el extra de determinadas decisiones clínicas, o es derivado al comodín de la pública.
 
La sanidad privada tiene un papel que jugar, pero en muchos casos debe su existencia a ese colchón que cubre a determinados enfermos crónicos cuya atención sólo asume el sistema público, como los seropositivos, muchos pacientes oncológicos, o los necesitados de un trasplante, y al que también envía la mayoría de los más complejos que no pueden ser atendidos por una infraestructura, en general, más precaria.
 
Sin embargo, el lobby de este negocio insiste en que la privada contribuye a la sostenibilidad de la pública porque la descarga de pacientes. Una falacia de calado, dado que habitualmente quien tiene aseguramiento público y privado acude tarde o temprano a los dos sistemas. Es un conocido axioma en gestión sanitaria que a mayor oferta, no se distribuye equitativamente la demanda, sino que esta aumenta.....
 

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