“Cuanto peor, mejor” se ha convertido en la
máxima del nuevo gobierno. Parece que los ministros han leído
atentamente el libro de Naomi Klein La doctrina del shock.
Insistir en lo mal que están las cosas permite tomar medidas
extraordinarias. Esta maniobra es clara en el caso de la reforma
laboral. El PP ha venido repitiendo que el paro irá en aumento lo que
obliga a hacer una reforma de gran calado y acabar dando todo el poder a
las empresas. La nueva reforma coloca a las empresas como juez, siendo
parte interesada, de las condiciones laborales. Decidirán en cada
momento el salario, la duración de la jornada y las funciones de sus
trabajadores, pasando por encima de los convenios colectivos, aun sin
entrar en pérdidas.
Reducir el salario de los trabajadores sin duda aumentará los
beneficios empresariales, considerados como lo más importante para el
crecimiento, pero no se establecen los mecanismos para que dichos
beneficios se inviertan en generar empleo. ¿Quién asegura que los
beneficios no se repartirán entre pocos accionistas o acabarán en la
Bolsa? Mientras las apuestas bursátiles supongan más beneficios que la
inversión productiva, las empresas e inversores preferirán el mercado
financiero. No hay ninguna iniciativa seria por parte del gobierno ni de
la Comisión Europea para regular y gravar el mercado financiero, lo
cual es un factor esencial para desarrollar la economía productiva. Por
otro lado, una reforma que favorece la desprotección, la alta rotación
entre paro y empleo, y la pérdida de capacidad de negociación no tardará
en tener como resultado una caída de los salarios, que las empresas
celebrarán, pero que hará caer aún más la demanda, la actividad
económica y, de nuevo, el empleo.....
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