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Con el surgimiento del 15-M, la horizontalidad ha vuelto a ser un
concepto motor en la construcción de nuevos movimientos sociales y
políticos. Sin embargo, ¿qué entendemos por “horizontalidad”?
Al
repasar algo de bibliografía, constato que se suele definir en negativo
como oposición o rechazo a otros términos como la verticalidad o la
jerarquía, puesto que, de forma consciente o no, entendemos mejor las
implicaciones de tales conceptos que culturamente impregnan nuestras
sociedades y nuestros cerebros. Asimismo, tanto en el espacio público
(Estado, escuela, hospital, trabajo remunerado, etc.) como en el privado
(como la familia), vivimos en un mundo principalmente jerarquizado
donde en el mejor de los casos elegimos nuestra cadena vertical de
mandos (la democracia representativa) o en el peor sufrimos una
dominación no deseada (véase el parto medicalizado o el significado de
la relación asalariada). Sin embargo, pocas veces encuentro definiciones
en positivo de la horizontalidad. Con esta voluntad constructiva,
definiré la horizontalidad de la manera siguiente: una profundización de
la ética de la liberación, una actitud (y un camino) y un modelo
organizativo.
La profundización de la ética de la liberación
André
Gorz solía conceptualizar la ecología política como una ética de la
liberación donde “la expansión de la autonomía [del sujeto] se halla en
el centro de la exigencia ecologista. Ello supone una subversión de la
relación de los individuos con sus herramientas, con su consumo, con su
cuerpo, con la naturaleza” (1975).....
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