jueves, 23 de febrero de 2012

Educación pública e inclusiva

Andrés Muñoz
Diagonal
 
Desde el 15 de mayo muchas personas salimos a la calle para protestar sobre un sistema político que no nos representa y que supedita el beneficio privado al bienestar del conjunto social. En el centro de esa lucha está la defensa de los servicios públicos, creados para dar cobertura a las necesidades propias de una vida digna. Entre las exigencias se encuentran el cumplimiento del derecho a la educación, la reivindicación de una enseñanza inclusiva para todas las personas y la defensa de la educación pública.
 
Sin embargo, estos lemas que se vierten frente a los recortes económicos en las manifestaciones, en las redes sociales y los medios de comunicación requieren una revisión de su significado y una crítica del sistema educativo previo a la crisis financiera. En caso contrario, puede que caigamos en defender las causas que sustentan un sistema político injusto e insolidario y, a su vez, que sigamos sin entender cómo la caja negra educativa es una maquinaria perfectamente engrasada de reproducción social de clase. El derecho a la educación, contemplado en la legislación educativa española, establece que la enseñanza debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad.
 
Para que ello sea una realidad no es suficiente con que exista un sistema de educación universal y gratuito. El derecho internacional establece cuatro condiciones: 
 
1) Disponibilidad: la oferta formativa debe ofrecerse en cantidad suficiente. 
2) Accesibilidad: las instituciones y los programas de enseñanza han de ser accesibles materialmente y económicamente a todos, sin discriminación. 
3) Aceptabilidad: los programas y métodos pedagó́gicos han de ser pertinentes, adecuados culturalmente y de buena calidad para los estudiantes y las familias. 
4) Adaptabilidad: la educación ha de tener la flexibilidad necesaria para adaptarse a las necesidades sociales del alumnado y de sus familias en contextos socioculturales variados....
 

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