martes, 10 de abril de 2012

Economía

María Vacas Sentís
Rebelión.
 
José María Ridao escribía hace poco en “El País” sobre el riesgo de deriva dictatorial de los gobiernos de tecnócratas; de cómo éstos podían acabar desplazando a los democráticos. Ridao recordaba la aristocracia de sabios de Platón; sus gobiernos de expertos, supuestamente apolíticos y neutrales. Y sostenía que “la ciencia económica actúa obedeciendo sus propias leyes”, ajena a intereses sociales y relaciones de poder, guiada por el pragmatismo. El problema estribaría, entonces, en la aplicación de la ciencia económica, porque ésta “justifica todos los sacrificios”. La responsabilidad no sería, pues, de los sabios sino del saber, de la misma ciencia que aplican. Pero en realidad no hay una única forma de hacer economía, ni ésta se rige por principios aislados, ajenos de la sociedad en que se enmarca. La economía sirve a intereses concretos, los de unas elites cada vez más poderosas. Beneficia a unos mientras perjudica a otros. Los llamados mercados no son eficientes, ni justos, ni sabios, tampoco auto-corrigen sus comportamientos suicidas; los mercados sólo persiguen su beneficio. ¿Podemos, pues, permitir que éstos nos gobiernen?

En economía, como en cualquier ciencia social, es imposible la neutralidad aséptica de un laboratorio. Esta complicación metodológica distingue las disciplinas sociales de las naturales, con sus leyes exactas, y en las que el objeto de análisis es totalmente externo al investigador, facilitando una mayor objetividad. En la economía, sujeto y objeto de análisis forman parte de lo mismo, de la sociedad. Los comportamientos e ideas económicas responden a un tiempo histórico y a unos intereses sociales y económicos concretos; en el éxito e influencia política de unas u otras doctrinas influyen las relaciones de poder.....
 

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