Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón
El Periódico de Aragón.
Hace unos 1.600 años, una tribu polinesia descubrió y colonizó la
isla de Pascua, a 3.700 kilómetros de Chile, sobre la que Kevin Reynolds
hizo una película en 1994 titulada Rapa Nui, en la que cuenta unos
hechos históricos discutibles, pero con un tema central bastante seguro:
la destrucción de los inmensos y ricos bosques de la isla por parte de
sus habitantes.
Al parecer, tal deforestación pudo ser consecuencia de la
construcción de enormes estatuas de piedra (moáis) de hasta ochenta y
cinco toneladas y once metros de altura, que llevaron a los aborígenes a
emplear una cantidad ingente de árboles como rodillos para el
transporte de las piedras y como palancas para su levantamiento. Los
habitantes de la isla de Pascua creían ser los únicos habitantes del
mundo y estar en el centro del universo (de hecho, llamaban a la isla Te
pito o te henua, que significa “el ombligo del mundo”) y seguramente se
sentían orgullosos de su obra: unas mil estatuas ciclópeas, de las que
aún podemos admirar hoy más de seiscientas.
Árbol a árbol, talando sin cesar sus bosques, fueron quedándose sin
fauna, sin flora y sin recursos. Con tal destrucción les llegó la
hambruna, dada la erosión del suelo y la falta de madera, de tal forma
que de 100.000 habitantes apenas llegaban después a 7.000. En Rapa Nui
no quedaron bosques, animales y apenas seres humanos, pero sobre todo
desapareció la identidad de un pueblo: la historia tiene de vez en
cuando silenciosos agujeros negros que engullen todo lo que encuentran
(en este caso, el pueblo y la cultura del pueblo de la isla de Pascua).....
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