Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Alainet
Las
manifestaciones de las y los trabajadores el pasado 1º de mayo, algunas
de ellas de proporciones inéditas, como por ejemplo las efectuadas en
España (1 millón de personas en 80 ciudades), Grecia (80 mil en Atenas),
Alemania (400 mil personas en todo el país) e incluso en ciudades
latinoamericanas como Santiago de Chile (40 mil personas), han dejado un
registro fehaciente de las repercusiones sociales de la actual crisis
del capitalismo: lo que parecía impensable hace apenas unos lustros,
cuando el modelo europeo y el modelo chileno exhibían sus
éxitos macroeconómicos y ostentaban el triunfo de la cultura neoliberal
del consumo, hoy se revierte en inequívocos signos de malestar e
indignación popular, y de agotamiento de un modelo de desarrollo basado
en la explotación intensiva del capital, del recurso humano y de la
naturaleza.
Precisamente, el agotamiento de ese modelo, el del maldesarrollo que hemos señalado en otras ocasiones,
tiene en el deterioro de las condiciones laborales y, en consecuencia,
en el aumento de la pobreza, dos de los indicadores más claros de la
violencia estructural que sufren las sociedades más afectadas por los
rigores de la crisis. No en vano, la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) diagnostica como desolador el panorama del mundo
del trabajo para los próximos dos años. A la vista de los datos, quizás
sea una valoración demasiado cautelosa.......
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