Fernando Vicente
El Diario.es
Entre las reiteradas críticas al 15M vertidas en foros y tertulias
destaca la de ser un movimiento demasiado heterogéneo carente de
representatividad interna. Posiblemente la más ideológica de todas las
pegas “civilizadas” que se difunden sobre él, ya que no esconde otra
cosa que una apelación al orden, ese principio tan básico de la
ideología neoliberal imperante. Un concepto cultural tan alejado del
carácter del pueblo español, que explica la aparente total incomprensión
de los conceptos morales que definen los argumentos de 15M por parte de
sus detractores.
Las actitudes que tanto critican, como su negativa a constituir una
plataforma política, a instituir jerarquías, o las aparentes
contradicciones internas surgidas de una amalgama de grupos inconexos,
no son sino la renovada expresión de una concepción cultural de la vida
pública enfrentada ideológicamente al modelo anglosajón imperante. Una
visión del mundo aparentemente superada tras la victoria en los campos
de batalla de la II Guerra Mundial del puritanismo neoliberal y el
estatismo estalinista. Un enfrentamiento ideológico, enraizado en siglo
XVI, revestido en los siglos siguientes por las concepciones hobbesianas
y rousseaunianas del mundo, y cuya última gran batalla se libró en los
albores de un nuevo siglo.
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