Vicenç Molina
Sin Permiso.
… y la libertad se construye con nuestras acciones y opciones
cotidianas. No es un supuesto bien social, político o cultural instalado
de forma definitiva en nuestras sociedades. Se construye mediante el
pensamiento libre, la reflexión coherente, la afirmación contundente y
nítida de nuestro derecho a una vida libre y digna, y mediante la acción
pública. La acción política, en el sentido más genérico —o
aristotélico, si así os parece— del término. Libertad para que los seres
humanos podamos acceder a la realización de aquello que nos haga ser
felices, sin obstaculizar ni impedir que los demás seres humanos también
lo hagan. Queda claro, entonces, que esto de la libertad no es tan sólo
un supuesto “negativo” de ausencia de coerción, sino que es, también,
una aplicación “positiva” de nuestra capacidad para convertir en
realizaciones factuales nuestros derechos. Y, para ello, es preciso que
no existan condicionantes ni limitaciones apriorísticas, ni que algunos
tengan —o crean tener— más derechos y menos deberes que otros.
El laicismo, entendido como la fundamentación de la absoluta libertad
de conciencia para todos, que hace posible la ausencia de criterios que
deban ser asumidos acríticamente como verdades finalistas, constituye
un núcleo —creo que insustituible— para que, desde la libertad completa
de conciencia, pueda llegarse a la libertad efectiva en nuestras vidas.
Los planteamientos antisociales, destructores de las mínimas cotas de
bienestar que tanto habían costado construir, propios de la versión más
salvaje del capitalismo financiero contemporáneo, y la mentalidad
restrictiva, anclada en los esquemas del más rancio conservadurismo
clerical, propios de una de las peores derechas del mundo —la española,
el Partido Popular— atacan frontalmente ese derecho. Atacan e intentan
impedir el ejercicio de la libertad efectiva en nuestras vidas.....
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