Eduardo Garzón
Saque de Esquina.
La imagen que se le ha dado siempre al fenómeno de integración
europea ha sido fantástica. Y es cierto que en sus orígenes –allá por
los años 50 y 60– no había espacio para pensar algo diferente. Con aquel
proceso se pretendía acercar a los países europeos que siempre habían
estado enfrentados y así terminar de una vez por todas con sus continuos
conflictos bélicos. Con respecto a esto la historia ha demostrado que
el proyecto comunitario ha sido un éxito innegable: aquellas guerras
libradas entre las naciones europeas más poderosas para controlar los
recursos del continente llegaron definitivamente a su fin. Sin embargo,
en relación a otros objetivos no se puede decir que la Unión Europea
haya sido un éxito, sino justamente todo lo contrario: un estrepitoso
fracaso.
El proyecto de la entonces Comunidad Económica Europea no solo decía
pretender la paz en Europa, sino también una serie de logros muy
ambiciosos. Estos son: libre comercio intracomunitario de bienes,
servicios y capitales; estabilidad financiera; proyecto político común;
libre movilidad de las personas, política de cohesión regional mediante
solidaridad; política social común; ayuda humanitaria a otras regiones
menos desarrolladas, etc. Pues bien, salvo el primer objetivo que se ha
comentado (libre comercio intracomunitario de bienes, servicios y
capitales), el resto ha resultado ser un cúmulo de florituras para
adornar y dar color al proyecto europeo. Por muy buenas que fueran las
intenciones de algunos dirigentes europeos, con un escueto y triste
presupuesto común del 2% no se puede hacer prácticamente nada
(especialmente en los proyectos que más financiación requieren como los
relacionados con la política social o la política de cohesión)......
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