Fernando Luengo y Jorge Uxó
El País.
Tras la necesidad de llevar a cabo ajustes se esconden equívocos, contradicciones e intereses.
La crisis se agrava pero, paradójicamente, las políticas reproducen
las viejas ideas e intereses que provocaron los problemas actuales. La
“austeridad presupuestaria” es la espina dorsal de las estrategias
económicas de los gobiernos, como si ahí residiera la causa principal de
la crisis y la restricción más importante para superarla. Se presenta
como inexorable y con el aval de la racionalidad económica, pero tras
ella encontramos equívocos, contradicciones y fuertes intereses.
¿Quién puede oponerse a la “austeridad” y a un uso razonable de los
recursos, a mejorar la gestión de lo que es de todos y para todos —lo
público—? Ser austeros, evitar el despilfarro, debería formar parte de
nuestro código moral más íntimo. Pero el lenguaje no es inocuo y se
maneja con evidente intencionalidad: nos traslada que la crisis
económica es el resultado del despilfarro público.
Nada más lejos de la verdad. Las finanzas públicas se encontraban en
una situación saneada antes de que irrumpiera la crisis económica. Y no
tenemos en España un Estado del Bienestar inasumible que haya que
“racionalizar” (el peso del gasto social en el PIB es inferior al
europeo). En cambio, las sucesivas rebajas fiscales, de las que no todos
se beneficiaron por igual, nos privaron de importantes ingresos
tributarios.....
No hay comentarios:
Publicar un comentario