Florent Marcellesi
Público.es
Querida Real Academia Española:
En su diccionario de la lengua española, he visto que define usted la
“revolución” como un “Cambio violento en las instituciones políticas,
económicas o sociales de una nación”. Dado que el mundo vive una época
de profunda crisis de civilización con signos persistentes de revueltas
históricas e innovadoras frente al orden establecido, permítame que le
sugiera algunas actualizaciones a sus definiciones.
La revolución es un sueño, una esperanza. Antes de
llegar a ser cambio social o institucional, la revolución es primero un
viento que recorre nuestros sueños y nuestras mentes: el de un futuro
cercano o lejano, diferente y mejor, para nosotras, las generaciones
futuras, los países del Sur, la naturaleza y sus seres vivos. Es una
parcela de intimidad personal y colectiva que los poderes mercantiles o
institucionales no nos pueden extirpar. Es una válvula de escape que
potencialmente salta al mundo material como una chispa que enciende
nuestros gritos de indignación y reafirma nuestra dignidad. Es el primer
paso hacia la esperanza, la utopía concreta, es decir en tiempos grises
una locura razonable.
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