Juan Seoane
Rebelión.
“La utopía de 1919 estaba vacía y no tenía fundamento. No tenía
influencia en el futuro porque ya no tenía ninguna raigambre en el
presente. Era una utopía que tenía muy poco en cuenta la realidad.”
E.H Carr (1939)
Habitualmente
empleamos el término utopía para referirnos a la izquierda política,
sin embargo, desde los años setenta del pasado siglo ha sido la derecha
la que ha conseguido el triunfo de su utopía. Una utopía triunfa cuando
se deja de percibir su carácter ilusorio y se convierte en un
convencionalismo. Desde las filas conservadoras se ha revivido la vieja
utopía liberal de finales del siglo XIX y principios del XX con todos
sus componentes: la primacía de lo individual acaba generando beneficios
colectivos; el mundo es un gran mercado infinito y en permanente
expansión; la necesidad de una libertad entendida como ausencia de
regulaciones....
El triunfo, de nuevo, de esta vieja utopía ha
sido tan abrumador que es el aire que respiramos, es la materia que
compone los discursos políticos y económicos. Al convertirse en un
pensamiento institucionalizado oculta su carácter utópico y se presenta
como la única realidad posible. Hemos construido desde entonces
arquitecturas institucionales tan complejas como la UE sobre estas bases
y hoy, cuando nos acercamos a los límites que la realidad marca a esta
utopía, cuando es evidente que los acontecimientos tienen la mala
costumbre de no ajustarse al ideal, construimos las pretendidas
soluciones sobre las mismas ideas. Tomamos medidas que se ajustan como
un guante a lo que el utopismo liberal profetiza pero que se alejan
dramáticamente de lo que la Historia nos enseña que es más probable que
suceda. Esta discrepancia entre lo percibido y lo sucedido es clave.
Construimos soluciones para un espejismo, somos prisioneros de una idea
irrealizable.....
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