Jorge Moruno
La revuelta de las neuronas.
La huelga fue pensada a mediados del siglo XIX como mecanismo para
demostrar la capacidad coercitiva del trabajo -el generador de riqueza-,
sobre la imposición del capital -privatizador de riqueza-. Más allá del
alcance político de la huelga general, sea para mejorar las condiciones
de vida dentro del capitalismo, sea como trampolín para superar el modo
de relaciones capitalistas, la cuestión es, que su contexto ha variado y
su puesta en escena debe ser modificada. En la producción industrial el
capitalismo fue altamente vulnerable puesto que, la riqueza se ubicaba
en un espacio y tiempo determinado: el taller, la fábrica o la oficina.
Su concentración en el espacio y el tiempo provocaba que sabotear la
cadena de montaje o parar las máquinas fuera suficiente para al menos,
asutar al capitalismo.
La conocida huelga de la Canadiense
de 1923 en Barcelona lo atestigua: durante 44 días se consigió
paralizar el 70% de la industria barcelonesa. ¿Consecuencia?, se logra
instaurar la jornada laboral de 8 horas. ¿Por qué hoy en día no es
reproducible este esquema de huelga? Porque tanto la forma de crear la
riqueza que tiene el trabajo, como la manera para privatizarla que
utiliza el capital, ya no son las mismas que en la etapa industrial. Hoy
el trabajo está fragmentado y no se basa únicamente en producir
objetos, sino también en crear “artículos” inmateriales: como los
afectos de las cuidadoras, las experiencias que vende una ciudad a
quienes la visitan, o la idea que alberga un producto, que aún siendo lo
mismo que otros, adopta un significado que lo hace distinto; como las happy pills
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