Soraya González Guerrero
Diagonal 
Este mercado alternativo estatal está despertando el interés de muchas 
personas y entidades que se plantean nuevas formas de trabajo y de 
consumo. 
Después de dos años largos de idear la logística del Mercado Social 
de Madrid (MES), el 22 de febrero se presentaba oficialmente el “plan 
beta” en un librería del barrio de Lavapiés. Dos señoras, de puntillas, 
tratan de otear lo que se cuece dentro del local repleto. “¿En este 
mercado vamos a poder comprar frutas y todo eso?”,me preguntan.
Cuesta
 imaginarse cómo será un mercado que no tiene sede física, que no 
responde a la idea de tenderete y que no se rige por la competencia. El
 Mercado Social es un proceso embrionario –aunque lleva años gestándose–
 que pretende ir creando una red de intercambio de bienes y servicios 
que cumplan con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.
 Una alternativa al mercado convencional en las formas de producir y 
consumir. A nivel territorial ya existen varios nodos, y éstos se 
coordinan a nivel estatal bajo el paraguas de la Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria (REAS).
 “Llevábamos tiempo dándole vueltas a cómo unir todas las alternativas 
de la economía solidaria: las finanzas éticas, el consumo responsable, 
la producción y la distribución. Cada uno iba por su lado y nos 
planteábamos que la gente que estaba invirtiendo sus ahorros en 
iniciativas como Coop 57 
[servicios de ahorro solidario e inversión ética] también se podía 
comprometer a consumir productos de la agricultura ecológica y del 
comercio justo, y viceversa”, nos explica Susana Ortega, de REAS Aragón,
 uno de los enclaves que, con Catalunya y Euskal Herria, han sido la 
avanzadilla....
 

 
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