Augusto Klappenbach
Filósofo y escritor
Público
Filósofo y escritor
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Las protestas juveniles suelen
producir consignas imaginativas, como ya sucedió en el mayo del 68 francés. En
el movimiento nacido el 15-M no faltaron consignas como “No es una crisis, es
que ya no nos queremos”, que en parte da título a este artículo. Una crisis es
por naturaleza un estado transitorio, que puede resolverse de una forma u otra,
pero que no permanece indefinidamente en el tiempo y que incluso puede tener un
resultado positivo. Una crisis de pareja puede ayudar a superar desencuentros,
pero si sus integrantes ya no se quieren no se puede hablar de crisis: el
desencuentro es definitivo.
No faltan voces que pretenden
presentar la crisis que estamos viviendo desde hace más de tres años como un
paréntesis en el Estado del bienestar, un traspié que será superado y que
incluso nos permitirá gestionar la sociedad sobre bases económicas más sólidas,
sin tocar sus fundamentos. Pero creo que lo que ha ocurrido en estos años ha
hecho salir a la luz algunas preguntas que no se limitan a nuestra situación económica
sino que ponen en cuestión el mismo concepto de democracia. Hasta el punto de
preguntarse si el sistema capitalista, tal como hoy se entiende, es compatible
con el sistema democrático.
La democracia es un concepto
utópico, como la felicidad: es tan excesivo hablar de países democráticos como
de hombres felices. Pero hay que apresurarse a aclarar que esto no implica
desvalorizarla ni arrojarla al reino de las ilusiones inoperantes: pocas cosas
tienen tanta vigencia en la realidad como las utopías, que suelen orientar
acciones concretas que muchas veces ni siquiera saben que se dirigen hacia
ellas. Las utopías no son un punto de llegada –cuando lo son hay que echarse a
temblar–, sino un horizonte que se aleja en la misma medida en que nos
dirigimos hacia él. Y esa dirección es la que importa......
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