domingo, 9 de octubre de 2011

Es que ya no nos queremos

 Augusto Klappenbach
Filósofo y escritor
Público
Las protestas juveniles suelen producir consignas imaginativas, como ya sucedió en el mayo del 68 francés. En el movimiento nacido el 15-M no faltaron consignas como “No es una crisis, es que ya no nos queremos”, que en parte da título a este artículo. Una crisis es por naturaleza un estado transitorio, que puede resolverse de una forma u otra, pero que no permanece indefinidamente en el tiempo y que incluso puede tener un resultado positivo. Una crisis de pareja puede ayudar a superar desencuentros, pero si sus integrantes ya no se quieren no se puede hablar de crisis: el desencuentro es definitivo.

No faltan voces que pretenden presentar la crisis que estamos viviendo desde hace más de tres años como un paréntesis en el Estado del bienestar, un traspié que será superado y que incluso nos permitirá gestionar la sociedad sobre bases económicas más sólidas, sin tocar sus fundamentos. Pero creo que lo que ha ocurrido en estos años ha hecho salir a la luz algunas preguntas que no se limitan a nuestra situación económica sino que ponen en cuestión el mismo concepto de democracia. Hasta el punto de preguntarse si el sistema capitalista, tal como hoy se entiende, es compatible con el sistema democrático.

La democracia es un concepto utópico, como la felicidad: es tan excesivo hablar de países democráticos como de hombres felices. Pero hay que apresurarse a aclarar que esto no implica desvalorizarla ni arrojarla al reino de las ilusiones inoperantes: pocas cosas tienen tanta vigencia en la realidad como las utopías, que suelen orientar acciones concretas que muchas veces ni siquiera saben que se dirigen hacia ellas. Las utopías no son un punto de llegada –cuando lo son hay que echarse a temblar–, sino un horizonte que se aleja en la misma medida en que nos dirigimos hacia él. Y esa dirección es la que importa......

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