El País
Los mercados financieros están celebrando el pacto alcanzado en Bruselas a primera hora del jueves. De hecho, en relación con lo que podría haber sucedido (un amargo fracaso para ponerse de acuerdo), que los dirigentes europeos se hayan puesto de acuerdo en algo, por imprecisos que sean los detalles y por deficiente que resulte, es un avance positivo.
Pero merece la pena retroceder
para contemplar el panorama general, concretamente el lamentable fracaso de una
doctrina económica, una doctrina que ha infligido un daño enorme tanto a Europa
como a Estados Unidos.
La doctrina en cuestión se resume
en la afirmación de que, en el periodo posterior a una crisis financiera, los
bancos tienen que ser rescatados, pero los ciudadanos en general deben pagar el
precio. De modo que una crisis provocada por la liberalización se convierte en
un motivo para desplazarse aún más hacia la derecha; una época de paro masivo,
en vez de reanimar los esfuerzos públicos por crear empleo, se convierte en una
época de austeridad, en la cual el gasto gubernamental y los programas sociales
se recortan drásticamente.
Nos vendieron esta doctrina
afirmando que no había ninguna alternativa -que tanto los rescates como los
recortes del gasto eran necesarios para satisfacer a los mercados financieros-
y también afirmando que la austeridad fiscal en realidad crearía empleo. La
idea era que los recortes del gasto harían aumentar la confianza de los
consumidores y las empresas. Y, supuestamente, esta confianza estimularía el
gasto privado y compensaría de sobra los efectos depresores de los recortes
gubernamentales......
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