Diagonal
La extensión de la protesta al mundo del trabajo no es una necesidad 
sólo para el 15-M: es una demanda general entre quienes aspiran a 
cambiar radicalmente las reglas del juego. Y lo es tanto más cuanto que 
el capitalismo que padecemos está retornando a muchas de las fórmulas 
más abrasivas que utilizó en el pasado. Cualquier proyecto 
consecuentemente anticapitalista tiene que hacerse valer entonces, en 
lugar central, en el mundo del trabajo, en el que hoy por hoy, y al 
amparo de lo que hacen los sindicatos mayoritarios, falta dramáticamente
 el espíritu de rebelión que nace de un impulso como el del 15 de mayo. 
Es
 verdad, con todo, que las dos instancias que estarían llamadas a 
relacionarse -el propio 15-M y los sindicatos- arrastran problemas no 
precisamente menores. Por lo que al movimiento se refiere, lo suyo es 
recordar que exhibe una condición interclasista -en sus filas se dan 
cita ante todo miembros de las clases medias eventualmente desclasados, 
con una ausencia llamativa de trabajadores asalariados- y que su 
presencia en fábricas, oficinas y comercios resulta menor. Parece 
innegable, aun así, que con el paso de los meses en el 15-M ha ido 
perdiendo terreno el discurso ciudadanista en provecho de fórmulas que 
beben con claridad de la protesta activa, y con vocación de permanecer, 
del capitalismo. El “se va a acabar, se va a acabar, se va a acabar la 
paz social”, tantas veces coreado en las manifestaciones, retrata bien 
esa deriva...... 
 

 
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