José Manuel Rambla
Rebelión
Los grandes pensadores que hace solo unos años nos sorprendían con sus
afectados discursos sobre la necesidad de refundar y regular el
capitalismo, han encontrado en los últimos meses la excusa perfecta para
dejar aquellos devaneos socializantes en el limbo eterno de las aguas
de borraja. Y lo han conseguido sin tener que rebuscar soluciones
mágicas entre las obras completas de Milton Friedman, sino elevando a la
categoría de recurso infalible una vieja alternativa hogareña para
limpiezas apresuradas: esconder la suciedad bajo la alfombra.
Esta
salvación de todo limpiador perezoso se ha aplicado estos días con uno
de los últimos protagonistas de la crisis financiera. Se trata, claro
está, de la debacle del banco Dexia, el mismo que -en un claro ejemplo
de la eficiente gestión privada- las agencias de valoración presentaban
hace unos meses como uno de los más saneados de Europa. Al final, en
lugar de meter en la cárcel a unos ejecutivos que han sido capaces de
promover operaciones especulativas por más de 100.000 millones de euros
(por cierto, solo el 3,5% son deuda griega, por mucho que ahora se
quiera responsabilizar del problema a los trabajadores helenos), los
salvadores económicos han tirado por el camino de en medio, creando como
alfombra un “banco malo” que oculte todos los “activos tóxicos” y deje
saneada la contabilidad de tan temerarios directivos. Eso sí, tras haber
recibido unos 10.400 millones de euros procedentes de las arcas
públicas desde 2008......
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