Canarias Semanal
La indignación es un sentimiento que ha empezado a tomar cuerpo en
nuestra sociedad. No es solamente una expresión de repulsa ante la
hiedra creciente de injusticias que ahogan a la gran mayoría de los
asalariados, sino también una expresiva manifestación de rechazo hacia
hábitos del quehacer político vigente. No obstante, como han demostrado
numerosas experiencias del pasado, si la indignación queda reducida a un
gesto de rabia impotente está inexorablemente condenada al fracaso. Si
alguna virtud ha tenido el 15M, nacido de forma espontánea hace
apenas cuatro meses, es que una parte de sus integrantes ha sabido
convertir la rabia en denuncia, la denuncia en acción y la acción en
organización.
Con esa sorprendente intuición que tantas veces han
puesto de manifiesto los grandes movimientos sociales a lo largo de la
Historia, el 15M ha tenido la sensibilidad de saber asentarse donde de
manera natural le correspondía hacerlo: en los barrios y pueblos,
en las universidades y esperamos que en un próximo futuro pueda hacerlo
también en asambleas de trabajadores, profesionales, enseñantes, etc.
Sucede que en los tiempos en los que las contradicciones se intensifican
virulentamente las masas que intervienen en ellas multiplican la
imaginación y el ingenio y rompen con ímpetu los moldes burocráticos e
institucionales que hasta entonces han encorsetado su participación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario