Rolando Cordera Campos
La Jornada
La crisis mayor que
vivimos es la de la responsabilidad pública de gobernantes, aspirantes y
vigilantes. Flagrante lo es en Estados Unidos, cuya política
democrática se ha convertido en rehén de una falange de irracionalistas
para quienes las consecuencias de sus actos de sabotaje no tienen la
mayor importancia.
También es evidente, hasta festiva, la que cruza el continente
europeo, cuyos bancos se niegan a reconocer sus enormes fallas
geológicas, fruto en gran medida de su incursión furtiva en la feria de
los valores tóxicos comandada por la finanza anglosajona pero
entusiastamente compartida por alemanes, franceses y hasta españoles,
mientras sus dirigentes prefieren ver hacia otro lado u oficiar de
oráculos empecinados de la tragedia griega. Lo que se incorpora a este
panorama para volverlo tétrico es la cercana probabilidad de un nuevo
giro recesivo del que no puedan zafarse ni los orgullosos y generosos
BRICS, que ahora ofrecen ayuda financiera para que la vieja Europa salga
de sus inmediatas penurias.
Este es el panorama que habrán sobrevolado los expertos y sus jefes de la alta finanza que este fin de semana acudieron a Washington a la reunión anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Poco habrá salido de sus sesudas lucubraciones, abrumadas por un sentido de responsabilidad que nadie sabe ya conjugar, y menos aún habrá surgido como esperanza para las economías que, como la nuestra, cargan sin alivio la losa del estancamiento estabilizador, decretado por la Secretaría de Hacienda cuando aún la habitaban
hacendariosy convertido en religión nada secular cuando llegaron a ella los enviados del converso don Felipe.....
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