Juan Francisco Martín Seco. Attac
República de las Ideas
El debate sobre la reforma de la Constitución ha relegado a un
segundo plano de la actualidad la última vuelta de tuerca del Gobierno
al mercado laboral, en esa carrera sin fin por podar los derechos de
los trabajadores. “El Gobierno prefiere un trabajador temporal a un
parado”, ha intentado justificarse el ministro de Trabajo. Lo malo de
ir envejeciendo es que las cosas resultan monótonamente aburridas, aun
las más trágicas. Hace ya casi treinta años -en 1984- que el gobierno
de Felipe González, al grito de más vale un contrato precario que
ninguno, modificaba el Estatuto de los Trabajadores y generalizaba la temporalidad en las relaciones laborales.
De aquellos polvos han venido estos lodos porque, como era de
esperar, la temporalidad se hizo endémica en nuestro país. En cinco años
el porcentaje pasó del 15 al 40%. No es que de la nada se creasen contratos precarios,
sino que muchos de los contratos fijos, que en cualquier caso se
hubiesen firmado, se terminaron formalizando como temporales. A lo largo
de todos estos años, con altibajos y de acuerdo con el momento del
ciclo, el porcentaje de precariedad se ha situado en España alrededor
del 30%, cuando en Europa como media no sube del 14%. El resultado no
podía ser más que uno, que en los momentos de crisis las empresas
trasladasen de inmediato el coste a los trabajadores, disparándose en
consecuencia las tasas de desempleo.....
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