Gadeso
—“Cuando uso una palabra”, insistió Humpty Dumpty con un tono de
voz más bien desdeñoso, “quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más
ni menos”.
—“La cuestión”, insistió Alicia, “es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.
—“ La cuestión”, zanjó Humpty Dumpty, “es saber quién es el que manda…, eso es todo”.
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo
—“La cuestión”, insistió Alicia, “es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.
—“ La cuestión”, zanjó Humpty Dumpty, “es saber quién es el que manda…, eso es todo”.
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo
Uno de los problemas más graves de nuestras democracias es la
combinación de democracia política formal y despotismo social en un
contexto de crisis global y, en consecuencia, marcado por la aceleración
de los procesos de exclusión económica y social.
La democracia representativa liberal que conocemos, promovida
alrededor del mundo por el neoliberalismo global dominante, es capaz de
convivir cómodamente con una multiplicidad dispersa de fenómenos
económicos, sociales, institucionales, culturales y psicológicos de
naturaleza despótica que condicionan negativamente los procesos de
democratización de la sociedad. Se trata de relaciones sociales que,
aunque se desarrollan en marcos formalmente democráticos, están
reguladas por diferencias de poder tan extremas en las cuales la parte
fuerte de la relación tiene la capacidad de imponer a la parte débil sus
criterios, dictar sus propias normas y tomar decisiones de manera
unilateral.
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