Público
Hace un año andaba enfrascada en
una novela sobre la corrupción que luego aparqué por asuntos más perentorios
como la preparación de Reacciona. No faltaba inspiración en la realidad para
pergeñar los zafios personajes que saquean las arcas públicas españolas, su
casposa parafernalia. En la escalada que provocara el interés del lector,
buscaba el hito culminante en la trama capaz de causar tal estupor que les
desenmascarara definitivamente, fueran encausados y se desatara la indignación
popular. La privatización de Metro y de RENFE me pareció por entonces el colmo
al que podían llegar nuestros políticos. Y ya están aquí. Gallardón “no
descarta” que se privatice el suburbano de Madrid. Lo piden, además, los
empresarios de la CEOE,
con los colmillos afilados a ver si en el paquete cae también la red de
ferrocarriles cuando el PP tenga también esa llave en sus manos. Mi novela, de
haber seguido por ese camino, hubiese sido un fiasco. Ni inspirándome en
Milennium y salpicando el relato con intrigas de ultraderechistas, xenófobos,
homófobos, racistas y machistas, hubiera hecho mover un músculo a los lectores
en este país que los tolera con tal desparpajo.
Estamos viendo cosas que nunca
hubiéramos creído. Los poderes financieros causan una crisis descomunal en el
mundo y terminan tomando las riendas. La
UE azul tiña gangrenosa se dispone a servirles un billón de
euros más, sumados a las ingentes sumas ya entregadas. Ganar más de 3.000
millones, por ejemplo, no cumple las expectativas de algunos bancos españoles y
necesitan “recapitalizarse” (con nuestro dinero) mientras sus ejecutivos son
pagados con cantidades obscenas, viendo crecer sus emolumentos un 80% en los
años de la crisis......
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