Luis García Montero
Público
Las noticias sobre cultura suelen venir acompañadas estos días de la
palabra cierre. Se suspenden festivales, se despiden músicos y
bibliotecarios, se apaga la luz de las fundaciones y se niegan ayudas a
programas de conferencias. Llueve sobre mojado en los dividendos de las
grandes empresas, pero cae un sol implacable sobre la sequía de la
educación y la cultura. El panorama es aún más grave después de la
bancarización de las cajas de ahorros. Por lo que se refiere a
patrimonio y actividades culturales, el Estado sólo llegaba a muchos
territorios a través de la obra social de las cajas.
Es verdad que estos recortes llaman menos la atención que el candado en quirófanos y salas de urgencia. Pero merece la pena preocuparse de ellos, aunque sea en voz baja, en medio de la escandalera de la crisis. ¿Qué nos queda a los ciudadanos? Puede resumirse en una palabra: la telebasura.
Dentro del horizonte social ilustrado, la cultura se identificó con
el conocimiento y la educación. Los estudios realizados en los últimos
años sobre esta materia indican que los europeos identificamos ya
cultura con espectáculo. Y el espectáculo no se concibe como propuesta
de pensamiento o belleza, sino como un modo de diversión fácil.
Filósofos y tertulianos del corazón pertenecen al mismo circo. Pero los
filósofos dan la lata y los tertulianos entretienen.....
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