Manuel
Castells
La Vanguardia
Ya no cabe duda sobre el talante antidemocrático de la UE.
La propuesta de Papandreu de preguntar a sus conciudadanos si aceptaban vivir
en austeridad espartana para poder pagar en euros desencadenó una tormenta
financiera y política que entre amenazas e improperios de Merkozy y Cameron
provocó la crisis del Gobierno griego y puso al país patas arriba.
¿Qué hay de malo en que la gente decida sobre su salud, su
educación y su empleo? ¿Son temas demasiado complejos para el populacho? No
exageren, que algunos tenemos más estudios que los mandamases. Con algunos
colegas me comprometo a explicar clarito a los ciudadanos de qué va el euro y
su crisis y a quiénes benefician y perjudican y cuáles son las distintas
opciones posibles, incluida el repatriar al euro a Bruselas. A condición
naturalmente de tener la misma información que se reservan financieros y
gobernantes. El problema no es de complejidad, sino de democracia. A lo que más
temen los políticos en estos momentos es aque los ocupen, a que les arrebaten
ese poder delegado que mantienen mediante un mecanismo controlado de elecciones
entre opciones encerradas dentro de límites sistémicos y legitimadas
mediáticamente. Un referéndum, sin ser una forma perfecta de decisión popular,
abre el abanico de posibilidades, siempre y cuando sea limpio. Había que ver a
asesores políticos europeos aconsejando que si se hacia el referéndum se
hiciera con una pregunta inteligente, o sea sesgada hacia lo que conviene. Hay,
profundamente, arrogancia elitista y repulsión hacia la voluntad popular, por
mucho que se disimule. Porque aunque se equivocara el pueblo, tiene derecho a
hacerlo. Ya pasó el tiempo de los que nos salvaban porque no sabíamos lo que
hacíamos.....
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