Raúl Zibechi
La Jornada
Cuando millones de
personas en todo el mundo empiezan a ocupar los espacios públicos,
calles y plazas, edificios abandonados por el mercado y edificios de
instituciones estatales, aparecen nuevos debates que afectan, de modo
casi inevitable, a las fuerzas que luchan por un mundo nuevo. En meses
recientes se han hecho visibles serias contradicciones que afectan a los
movimientos tanto del centro como de la periferia, a los que actúan
tanto en países gobernados por fuerzas conservadoras como de izquierda.
Por momentos, el carácter de esas contradicciones parece revivir
viejos debates entre socialdemócratas y comunistas, entre estalinistas y
trotskistas, o entre los partidarios de la vía armada y la electoral.
Algo de eso sucede, pero afloran además divergencias que los movimientos
antisistémicos no han resuelto y que amenazan con neutralizar las
luchas en curso. No sólo se trata de divisiones más o menos serias y
profundas, sino que esas divisiones a menudo revelan la existencia de
objetivos opuestos en un contexto en el cual nadie tiene una estrategia
para hacer realidad la célebre consigna
Otro mundo es posible.....
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