Maciek Wisniewski
La Jornada
Para los (neo)liberales el remedio a la crisis es más de lo mismo: menos estado, más recortes y menos
privilegios sociales. En su visión –y en un intento de profundizar el modelo– el futuro del capitalismo no será
el retorno al Estado, sino más liberalismo.
la libertad individualy
el rechazo al crecimiento del Estado– apuntan al Tea Party, un continuador del
potencial ciudadanoy de la
democracia genuina,
que tanto en su tiempo alababa el liberal francés Alexis de Tocqueville.
Esto contrasta tanto con el presente –el Tea Party es construido desde arriba y representa los intereses del capital (véanse los estudios de Anthony DiMaggio)– como con la historia del liberalismo en lo que se refiere a la libertad individual o la democracia.
Para verlo, hay que salir del discurso liberal hegemónico desde los finales del siglo XVIII.
Este fue el propósito de Domenico Losurdo, un filosofo italiano, quien en su libro Liberalism: a counter-history (Verso, Londres, 2011), leyendo directamente a los clásicos como John Locke, Edmund Burke, John Stuart Mill, Adam Smith, Thomas Jefferson o De Tocqueville, va a contrapelo de la hagiografía dominante.
El liberalismo es ambiguo: hoy abarca ideas desde la libertad del individuo frente al Estado, defensa de la propiedad privada y las virtudes del laissez-faire, hasta democracia, tolerancia y los derechos humanos e incluso el estado de bienestar.......
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