jueves, 26 de julio de 2012

Del masoquismo y de la felicidad

Florent Marcellesi
Público 


Las políticas anti-crisis actuales son el reflejo de una macroeconomía masoquista. Según el concepto acunado recientemente por el economista Wren-Lewis, toda la lírica de nuestros dirigentes —sacada del mismo léxico de los recortes— no deja lugar a dudas. Ya sea Cameron en Reino Unido o el Rey en España, el “espíritu de sacrificio” tiene que dominar el tiempo y debate político-social. Por su parte, Monti y Sáenz de Santamaría hablan del “dolor” necesario para “crear la Italia del futuro” o “salvar el país”. Mientras tanto, la ministra italiana del Trabajo, cuya voz se entrecortaba de lloros al anunciar el plan de ajuste, se encarga de simbolizar la culpa nacional a través de una catarsis colectiva mediática.

Asimismo, de norte a sur, de este a oeste de Europa, la única solución es la austeridad asentada en la socialización de un sentimiento central: la purga de los pecados. La austeridad se convierte poco a poco en una enfermedad patológica colectiva de quien goza verse humillado o se complace en sentirse maltratado. Para los pecadores de los tiempos (insostenibles) de bonanza y de la burbuja inmobiliaria, hoy toca la redención y la flagelación patrióticas a golpe de desmantelamiento generalizado del Estado de bienestar, de subida del IVA, de reducción de las prestaciones por desempleo, de diabolización de lo público, de reducción del número de concejales (y aumento del bipartidismo), del aumento de la jornada laboral y de la edad de jubilación, etc. Estas políticas anti-crisis masoquistas, sean conservadoras o social-demócratas, son una verdadera perversión intrínseca de las economías del crecimiento, su cara más oscura......

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