Juan Manuel Aragüés
El Periódico de Aragón
"Para que su dios
mercado funcione son capaces de cualquier sacrificio; ajeno, por supuesto".
En el siglo XIX, Auguste Comte, padre de la sociología, enunció su teoría de los tres estadios, según la cual los pueblos pasan a lo largo de su historia por tres etapas diferentes. La primera es lo que denomina estadio teológico, o infancia de la Humanidad, momento en el que la explicación de la realidad se hace recurriendo a dioses y fuerzas sobrenaturales. La segunda, el estadio metafísico, en la que esa explicación se realiza a través de conceptos abstractos. La última es el estadio científico en el que el ser humano es capaz de dar una explicación de la realidad acudiendo a la razón y a la ciencia. Ni que decir tiene que Comte apuesta por este último estadio y que considera que la Europa de su época comenzaba a entrar en él. Y con esa confianza en el devenir de los tiempos que caracteriza a los hijos de la Ilustración, Comte entiende que ese estadio científico es, necesariamente, y como efecto del imparable progreso humano, el destino de la humanidad.
Si hubiéramos de analizar la actual crisis de la
mano de los planteamientos de Comte, no sabría muy bien decir en qué
fase nos encontramos. Los conceptos sobre los que se asienta la práctica
económica de nuestros gobiernos son dos: mercado y confianza. El
primero cabría colocarlo en el estadio teológico de Comte, pues se ha
convertido en una especie de dios al que todo debe ser inmolado; el
segundo parece más bien propio del segundo de los estadios, y en su
abstracción se convierte en algo inasible, que escapa incluso a
cualquier explicación racional.
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