Miquel Casals Roma 
Rebelión
Todo movimiento ciudadano que se enfrente al poder, es un movimiento 
político. No tiene sentido acampar junto a Wall Street o frente a los 
ampulosos rascacielos de la aristocracia financiera. Ellos se encargan 
de acumular beneficios, especular sin control, sobornar a los políticos,
 estafar a los ciudadanos, evadir capitales…. Pero no mandan. No pueden 
hacerlo. El poder, entendido como la capacidad de influir y decidir 
sobre los resultados, reside en los Estados, porque ellos controlan la 
fuerza (ejército, fuerzas y cuerpos de seguridad), dictan las reglas del
 juego (leyes) y gozan de recursos humanos (empleados públicos) y 
económicos (bienes y hacienda pública). 
 Nos hemos pasado 70 años 
(tras la II Guerra Mundial), creyendo que el remedio a todos los males 
de la humanidad lo encontraríamos en la Economía, la gran 
superestructura, la ciencia madre. Detrás de cada acción humana sólo 
había motivos crematísticos. La Historia se explicaba como un 
encadenamiento de causas económicas que provocaban cambios sociales y 
políticos. Intelectuales de todo el mundo se han dedicado a razonar y 
discutir sobre las bondades o maldades del capitalismo y sus variantes 
(liberal, Keynesiano, tercera vía…). Cegados por esta falsa opinión, 
dispuestos a encerrar el mundo en ecuaciones macroeconómicas, hemos 
dejado de pensar, de criticar, de discernir sobre nuestro modelo 
político, la democracia representativa. 
 

 
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