José Manuel Lechado
Rebelión
La constitución española vigente, votada en referéndum en diciembre de
1978, se ha ido convirtiendo en la guinda del pastel de un cuerpo
normativo obsoleto. En tanto que refundición maquillada o más bien
reconversión de las Leyes Fundamentales de la dictadura franquista, esta
norma suprema del ordenamiento legal español, si bien continúa siendo
útil a la clase dominante, ha dejado de servir al pueblo, ya que no
garantiza sus derechos ni sus libertades ni asegura la soberanía
nacional.
La constitución de 1978 es en la actualidad un obstáculo
para la democracia. Con un articulado vetusto, fuera de época y
gestionado por una clase política corrupta e incompetente y una
judicatura mayoritariamente conservadora cuando no fascistoide, la única
reforma sensata que admite esta mal llamada carta magna, si de verdad
se desea un cambio y un futuro para España, es su completa derogación.
Por eso la reivindicación primera de cualquier movimiento ciudadano no
debería centrarse en reformas parciales o cambios concretos del
articulado, sino exigir el arranque de un nuevo proceso constituyente.
Proceso que no ha de quedar, como el de 1978, en manos de la oligarquía
más inculta de Europa, su clase política sometida y sus obedientes
jueces, sino que habrá de ser iniciado, impulsado, dirigido y ejecutado
por la ciudadanía. El debate de este proceso constituyente debería ser
abierto y flexible y no quedar, en ningún momento, en manos de
«profesionales».....
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