El País
Ha llegado la hora de empezar a
llamar a la actual situación por su nombre: depresión. Es verdad que no es una
réplica exacta de la
Gran Depresión, pero esto no sirve de mucho consuelo. El
paro, tanto en Estados Unidos como en Europa, sigue siendo desastrosamente
alto. Los dirigentes y las instituciones están cada vez más desprestigiados. Y
los valores democráticos están sitiados.
En cuanto a esto último, no estoy
siendo alarmista. Tanto en el frente político como en el económico, es
importante no caer en la trampa del "no tan malo como". No se puede
considerar aceptable el paro elevado simplemente porque no haya alcanzado las
cotas de 1933; las tendencias políticas no son buena señal y no deben tolerarse
por el mero hecho de que no haya ningún Hitler a la vista.
Hablemos, en concreto, de lo que
está pasando en Europa (no porque todo vaya bien en Estados Unidos, sino porque
no todo el mundo comprende la gravedad de los acontecimientos políticos
europeos).
Lo primero de todo, la crisis del
euro está destruyendo el sueño europeo. La moneda común, que se suponía que
debía unir a los países, ha generado, en cambio, un ambiente de amarga acritud.....
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