lunes, 5 de diciembre de 2011

La trampa del euro

Albert Recio Andreu
Mientras Tanto
 
Lo peor que puede ocurrirle a una profecía es que se cumpla, y la crisis del euro nos sitúa en esta posición a todos aquellos —más bien pocos y con poca energía— que nos movilizamos contra el Tratado de Maastricht. Basta realizar una búsqueda documental en las revistas críticas como mientras tanto, o en los materiales que en su momento elaboraron las plataformas críticas, para constatar que nos encontramos en uno de los peores escenarios previstos por los analistas críticos. Supongo que, como a muchos otros, a uno le entra la sensación de padecer el síndrome de Casandra: el de la impotencia por no haber convencido a suficiente gente en el pasado y el de la misma impotencia por no poder impedir la catástrofe a la que nos condenan una serie de malas decisiones.
 
Como dijimos entonces, el problema fundamental del euro era su construcción como una mera unificación monetaria, sustentada en una institución, el Banco Central Europeo, a la que sólo se le encargaba el control de la inflación mientras, en cambio, estaban ausentes tanto una política fiscal común como la creación de un marco estatal colectivo. Dado que los países integrantes de la Unión Europea mantenían entre sí enormes diferencias en cuanto a estructura productiva, dimensión económica y desarrollo del sector público, era previsible que estuvieran sometidos a tensiones económicas de desigual magnitud, que serían en muchos casos insoportables a falta de una política fiscal colectiva. De hecho, el propio proceso de unificación podía acelerar estas tensiones. Por una parte, uno de los argumentos más favorables a la unión (bien reflejado en el documento “Los costes de la no Europa”) era que la integración económica favorecería la eficiencia económica al posibilitar el funcionamiento de plantas productivas más grandes que se beneficiarían de economías de escala mayores. Sin embargo, se pasaba por alto que si la lógica de la integración conducía a esta reestructuración y concentración de plantas productivas, ello podía tener importantes impactos territoriales, puesto que unas naciones o regiones saldrían beneficiadas (aquellas en los que se concentraran esas plantas) y otras perjudicadas. Algunos de los problemas del sur de Europa radican en esta estructura productiva desigual y en la dinámica generada por la integración. Por otra parte, la moneda única tenía muchas posibilidades de apreciarse frente a otras monedas cuyos gobiernos optaran por promover políticas de gasto más generosas o simplemente con manejo político del tipo de cambio......
 
 

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