Albert Recio Andreu
Mientras Tanto
Lo peor que puede ocurrirle a una profecía es que se cumpla, y la
crisis del euro nos sitúa en esta posición a todos aquellos —más bien
pocos y con poca energía— que nos movilizamos contra el Tratado de
Maastricht. Basta realizar una búsqueda documental en las revistas
críticas como mientras tanto, o en los materiales que en su
momento elaboraron las plataformas críticas, para constatar que nos
encontramos en uno de los peores escenarios previstos por los analistas
críticos. Supongo que, como a muchos otros, a uno le entra la sensación
de padecer el síndrome de Casandra: el de la impotencia por no haber
convencido a suficiente gente en el pasado y el de la misma impotencia
por no poder impedir la catástrofe a la que nos condenan una serie de
malas decisiones.
Como dijimos entonces, el problema fundamental del euro era su
construcción como una mera unificación monetaria, sustentada en una
institución, el Banco Central Europeo, a la que sólo se le encargaba el
control de la inflación mientras, en cambio, estaban ausentes tanto una
política fiscal común como la creación de un marco estatal colectivo.
Dado que los países integrantes de la Unión Europea mantenían entre sí
enormes diferencias en cuanto a estructura productiva, dimensión
económica y desarrollo del sector público, era previsible que estuvieran
sometidos a tensiones económicas de desigual magnitud, que serían en
muchos casos insoportables a falta de una política fiscal colectiva. De
hecho, el propio proceso de unificación podía acelerar estas tensiones.
Por una parte, uno de los argumentos más favorables a la unión (bien
reflejado en el documento “Los costes de la no Europa”) era que la
integración económica favorecería la eficiencia económica al posibilitar
el funcionamiento de plantas productivas más grandes que se
beneficiarían de economías de escala mayores. Sin embargo, se pasaba por
alto que si la lógica de la integración conducía a esta
reestructuración y concentración de plantas productivas, ello podía
tener importantes impactos territoriales, puesto que unas naciones o
regiones saldrían beneficiadas (aquellas en los que se concentraran esas
plantas) y otras perjudicadas. Algunos de los problemas del sur de
Europa radican en esta estructura productiva desigual y en la dinámica
generada por la integración. Por otra parte, la moneda única tenía
muchas posibilidades de apreciarse frente a otras monedas cuyos
gobiernos optaran por promover políticas de gasto más generosas o
simplemente con manejo político del tipo de cambio......
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