Marcelo Colussi
Rebelión
Un cuchillo puede servir para cortar la comida…., o para apuñalar a
alguien. Del mismo modo, la energía nuclear puede servir para alumbrar
toda una ciudad, o para hacerla volar por el aire. Conclusión: la
tecnología en sí misma, permítasenos apelar a este maniqueísmo un tanto
reduccionista, no es ni “buena” ni “mala”. El aprovechamiento de los
avances técnicos está en función del proyecto humano en que se
despliegan. Los instrumentos que el ser humano va creando, desde la
primera piedra afilada del Homo Habilis hasta la más sofisticada
estación espacial actual, son herramientas que ayudan a la vida. Las
herramientas no tienen un valor por sí mismas: son la perspectiva ética,
el modelo de ser humano y de sociedad a la que sirven, quienes les da
su valor.
Es importante empezar diciendo esto para aclarar un mito que se ha venido dibujando en el mundo moderno, el mundo de la industria basado en la siempre creciente revolución científico-técnica: el mito de la tecnología y del progreso sin par. Las herramientas, los útiles que nos ayudan y hacen más cómoda la vida cotidiana –el tenedor, la presa hidroeléctrica, el calzador para ponernos un zapato o el microscopio electrónico– son pasos que nos van distanciando cada vez más de nuestra raíz animal. Pero con la aceleración fabulosa de estos últimos dos siglos que se da con la industria surgida en Europa y hoy ya globalizada ampliamente, el poder técnico pareciera independizarse obteniendo un valor intrínseco: la tecnología pasa a ser un nuevo dios ante el que nos prosternamos. En muchas ocasiones terminamos por adorar la herramienta en sí misma, independientemente de su real utilidad o de las consecuencias nocivas que pueda acarrear. Una vez más entonces: la tecnología no es “buena” ni “mala”. Es el proyecto político-social en la que se inscribe lo que debe cuestionarse......
Es importante empezar diciendo esto para aclarar un mito que se ha venido dibujando en el mundo moderno, el mundo de la industria basado en la siempre creciente revolución científico-técnica: el mito de la tecnología y del progreso sin par. Las herramientas, los útiles que nos ayudan y hacen más cómoda la vida cotidiana –el tenedor, la presa hidroeléctrica, el calzador para ponernos un zapato o el microscopio electrónico– son pasos que nos van distanciando cada vez más de nuestra raíz animal. Pero con la aceleración fabulosa de estos últimos dos siglos que se da con la industria surgida en Europa y hoy ya globalizada ampliamente, el poder técnico pareciera independizarse obteniendo un valor intrínseco: la tecnología pasa a ser un nuevo dios ante el que nos prosternamos. En muchas ocasiones terminamos por adorar la herramienta en sí misma, independientemente de su real utilidad o de las consecuencias nocivas que pueda acarrear. Una vez más entonces: la tecnología no es “buena” ni “mala”. Es el proyecto político-social en la que se inscribe lo que debe cuestionarse......
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