domingo, 11 de diciembre de 2011

El fetichismo del euro

Ilán Semo
La Jornada
 
Los orígenes de la Unión Europea se remontan, en principio, a los años que siguieron al fin de la II Guerra Mundial. Atrapados en un mundo dividido por la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los países de Europa Occidental se vieron obligados a redefinir las relaciones que guardaban entre sí, así como su lugar en el precario equilibrio de la guerra fría. El resultado fue un proceso gradual de cooperación y, en cierta manera, de articulación. Décadas de negociaciones y desacuerdos dieron luz el Mercado Común, cuyas bases fueron una multitud de acuerdos que facilitaron el comercio de mercancías, el flujo de capitales y la migración de la fuerza de trabajo de los países menos favorecidos a los más industrializados. En los años 60 era común observar comunidades de trabajadores españoles, portugueses y yugoslavos que buscaban mejores opciones en Francia, Alemania y Suecia. Durante los años 70 cayeron las dictaduras que habían gobernado a Portugal, Grecia y España, y los países del Mediterráneo comenzaron su integración paulatina a esa comunidad que había nacido por motivos económicos y, sobre todo, por razones militares. La OTAN fue el acuerdo militar que fijó el imaginario de la existencia de dos bloques en Europa: el Pacto de Varsovia, que incluía a los países de la esfera soviética, y la alianza del Atlántico, que aparentemente encabezaba Estados Unidos. Hoy sabemos que ese imaginario era, en rigor, la simplificación de un mundo mucho más complejo. La guerra fría, axiomatizada por la retórica bipolar de Washington y Moscú, se escenificó no en dos sino en tres formas de sociedades. Por un lado, el capitalismo decimonónico de Estados Unidos; por el otro, el socialismo autoritario de los países del Este. Entre estos extremos surgió una nueva forma de organización social: sociedades regidas por una democracia deliberativa y basadas en la conjunción de una relativa (aunque datable) igualdad de oportunidades y altísimas tasas de productividad. Llamar a esas sociedades simplemente capitalistas es un error craso.....
 

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