Público
Es sabido desde Oscar Wilde que un mapa sin la isla de Utopía es un
mapa que no merece la pena. Sin embargo, que Islandia haya pasado de
niña bonita del capitalismo tardío a proyecto de democracia real, nos
sugiere que un mapa sin Utopía no sólo es indigno de nuestra mirada,
sino también un engaño debido a una cartografía defectuosa. El faro de
Utopía, lo quieran los mercados o no, ha comenzado a emitir tenues
señales de aviso al resto de Europa.
Islandia no es Utopía. Es conocido que no puede haber reinos de
libertad en el imperio de la necesidad del capitalismo tardío. Pero sí
es el reconocimiento de una ausencia dramática. Islandia es la prueba de
que el capital no tiene toda la verdad sobre este mundo, aun cuando
aspire a controlar todos los mapas que de él disponemos.
Con su decisión de frenar la rueda trágica de los mercados, Islandia
ha sentado un precedente que puede amenazar con romper el espinazo del
capitalismo tardío. Por ahora, esta pequeña isla, que está haciendo lo
que decían que era imposible por irreal, no parece sumirse en el caos,
aunque sí en el silencio informativo. ¿Cuánta información tenemos de
Islandia y cuánta de los préstamos a Grecia? ¿Por qué Islandia está
fuera de unos medios que deberían contarnos lo que sucede en el mundo?....
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