La economía está en crisis: los
problemas, actuales y futuros, a los que nos enfrentamos son de una enorme
amplitud y profundidad. Lo que empezó siendo una formidable convulsión
financiera se ha convertido en una crisis global sin precedentes en la historia
reciente. A la quiebra de una estrategia de crecimiento que tuvo como centro de
gravedad el universo financiero, se unen los límites de una dinámica económica
productiva, social y medioambientalmente insostenible. Se superponen así
diferentes crisis que denotan las insuficiencias y contradicciones del actual
sistema económico.
El descalabro global, por su
magnitud y naturaleza, pareció abrir en un principio una oportunidad para
cuestionar los modelos de crecimiento hasta entonces prevalecientes. Los mismos
poderes establecidos hicieron, en los albores de la crisis, llamamientos a
reformar o incluso refundar el capitalismo. Lo cierto, sin embargo, es que la
mayor parte de los responsables políticos y de las instituciones
internacionales están perseverando, con más intensidad si cabe, en ideas,
teorías y políticas económicas que venían aplicándose desde hace ya décadas y
que estuvieron en el origen mismo de la crisis; ideas que descansan en la
iconografía, tan conocida como desgastada, de los mercados eficientes e
infalibles, sin intereses o relaciones de poder, a cuyo “escrutinio” deben
someterse políticos y ciudadanos.
Así, esa oportunidad de alterar
el modelo económico se ha perdido y, en su lugar, se ha impuesto una estrategia
que sigue permitiendo a los mercados, y a quienes los gobiernan desde intereses
minoritarios de grupos y corporaciones, la apropiación de parcelas crecientes
de la esfera pública......
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