Alberto Recio,  Consejo Científico de ATTAC España
Mientra Tanto-e
Hace  tiempo que la sanidad pública está en la mira del capital. No 
en vano  el gasto sanitario constituye una importante partida económica,
 y por  tanto fuente potencial de negocio. La prueba es que una parte 
del gasto  sanitario llena las arcas de las empresas farmacéuticas y 
proveedoras de  equipamiento sanitario, que suelen encontrarse entre los
 negocios más  rentables del planeta. No en vano también allí donde la 
gestión  sanitaria privada está más extendida, los EE.UU., el peso del 
negocio  sanitario constituye la partida más importante del PIB, algo 
que tiene  poco que ver con el nivel de eficiencia del modelo sanitario 
si se toman  como referencia indicadores de esperanza de vida o de 
desigualdad en el  acceso a la asistencia sanitaria.
Hace ya tiempo que algunas  Comunidades Autónomas, especialmente 
Madrid y la Comunidad Valenciana,  adoptaron un modelo de 
externalización de la gestión sanitaria cuyos  efectos sobre el 
bienestar de la población y las condiciones de trabajo  del personal 
merecen ser evaluados. Hace unos meses una evaluación de la  calidad de 
los sistemas sanitarios en base a 19 indicadores sitúo a  ambas 
comunidades en la categoría de “deficientes” (junto con Canarias y  
Galicia, siendo la Comunidad Valenciana la peor calificada. (El País, 2 
 septiembre 2010).
También en Catalunya ha existido desde siempre  un sistema mixto de 
gestión sanitaria, en parte heredado del modelo  sanitario anterior al 
establecimiento de la seguridad social. Un sistema  sanitario donde se 
combinan hospitales públicos con una extensa red de  centros 
semipúblicos, en manos de patronatos con presencia de  instituciones 
locales, Iglesia Católica y grupos privados. CiU, en su  largo mandato 
en la Comunidad, reforzó este modelo y le dio estructura,  algo bastante
 parecido al doble circuito educativo.
 

 
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